Hace algunos días recordé una de las películas que mas me gustan de Samuel L. Jackson: A time to Kill. Se trataba de un hombre negro que iba a ser enjuiciado por el asesinato público de dos hombres acusados de la violación de su pequeña hija. La trama transcurre en algún pueblo perdido del sur de Estados Unidos, en la época en la cual el racismo era la costumbre y los derechos de los negros eran solo de papel.
El abogado del hombre, un joven idealista y blanco, trata desesperadamente de influenciar al jurado sobre la rabia, el dolor y la locura de su apoderado por la violación de su ángel. De nada sirvieron las pruebas de la culpabilidad del sujeto. El veredicto ya todos lo tenían claro. Había matado a un hombre y era merecedor de la muerte. Pero entonces, sucede la mejor escena de argumentación final yo que recuerde: el abogado sudoroso y angustiado, le pide al jurado 100% blanco que cierre los ojos. Se propone contar una historia de una niña, hermosa, pequeña, que puede ser la mejor de las hijas, hermanas, nietas, primas. Que juega pacíficamente en el parque y que de pronto es atrapada por un par de chicos salvajes, desadaptados, carentes de todo valor y la violan, la orinan, la arrastran por el campo, y luego cuando ya solo es un cuerpo maltrecho y desintegrado, la abandonan sin pudor. Finalmente, Cuando la mitad del jurado suda con él y el otro 50% esta llorando, aun con los ojos cerrados, el remata con la siguiente frase: “Imaginen ahora que la niña es BLANCA” todos abren los ojos espantados y acto seguido, luego de 5 minutos de deliberación, concluyen que el hombre es inocente.
La objetividad, desde mi punto de vista, es lograr ver cualquier situación apartando todos aquellos juicios de valor que puedan influenciar fijar una posición frente a algo. Estos días, mientras los misiles de oriente impactaban y mataban mujeres y niños en la Franja de Gaza y mientras muchos de mis amigos se ponen en bandos justificando la sangre que corre o repudiando lo que sucede, en un momento de dolorosa reflexión me preguntaba:
Que pasaría si cerrara mis ojos por un momento e imaginara a una mujer como yo con una familia amorosa, cariñosa, con sus costumbres particulares de otra cultura, que se divierte, sale, trabaja, estudia, que vive en un lugar, que no es el mejor del mundo, pero que es el que pudo pagar o el que le toco por suerte vivir; y que, de pronto, de la noche a la mañana encuentra que su hogar es atacado por una fuerza que busca a unos pandilleros, los mas malos del mundo, y que, de malas, se encuentran camuflados entre su barrio. Con esa misión, la fuerza ingresa y bombardea el barrio, destruye todo lo que la mujer ama, su familia, sus hijos, su esposo, le destruyen la vida. No dejan nada.
Ahora he tratado de imaginar si esa mujer fuera yo…. No he podido con el dolor que me produce siquiera imaginarlo.
Pamela Cruz 01-02-2009