Esta es una época de reencuentros, amigos, novenas, natillas, buñuelos, villancicos y muchos pero muchos recuerdos. Cada canción que se escucha en la radio nos recuerda algo de nuestras navidades pasadas.
A mi me pasa. Recuerdo la ultima navidad con mi abuela viva. Yo, dada a ceremonias y preámbulos, aquel 24 de diciembre hice apagar las luces de mi casa y quedamos todos, los seis que éramos, con una vela, y el árbol prendidos, en circulo, en la sala, escuchando la canción “Navidad es Navidad” de la voz de José Luis Perales. Fue nuestro momento mágico, solemne, intimo, sobrecogedor. De alguna forma sentía que era la última vez que estaríamos los seis juntos, de esa manera. Al año siguiente mi abuela murió.
El dia de novena donde mis padres, mi hermana encontró armado un juguete, un parque de diversiones, viejo, estropeado, pero con sus funciones intactas. El Niño Dios se lo había dejado y ella lo apreciaba mucho. Treinta años después supimos por mi madres que lo había conservado para mostrarles a sus nietos el valor de cuidar las cosas y luego nos enteramos que esa fue la primera navidad que mis padres pudieron costear un valioso juguete. Cuando éramos niñas, vivíamos apretados económicamente. Nunca nos dimos cuenta porque no nos falto nada. Vivíamos en un barrio popular, en nuestro apartamento gigante y acogedor, frente al Sears. Recuerdo que por más que le escribíamos cosas hermosas al Niño Dios, le enviábamos saludos a toda la corte celestial, a la virgen y a todos en el cielo, parecía que El nunca leía las cartas. Nos traía cosas que nunca pedimos pero que una vez en nuestras manos, no las podíamos despreciar. Una vez nos trajo, para las tres, una pareja de pericos australianos, una toalla pintada con 3 peces y una película de retroproyector de Mickey Mouse en un viaje a la Luna. Otra navidad nos trajo una bicicleta comunitaria. Verde con flecos de colores en el manubrio. Después descubrimos por que el Niño Dios confundía nuestros regalos.
Esta época es dura. Es difícil. Esta repleta de anuncios en colores sobre los lindos regalos que nos harán ser mas queridos por nuestros hijos, por nuestro marido, por nuestra familia. Como madre me asustan los ceros de los regalos de ahora. Me asusta sustituir el amor y las cosas sencillas por juguetes pasajeros, costosos, sin significado.Siguiendo la tradición familiar, el Niño Dios de mi hijo le trajo algo que no pidió pero que en algo se aproximó. Y oh! sorpresa, cuanto lo ha disfrutado, cuanto lo ha agradecido, y cuanto lo ha comprendido.
Hay cosas uno no quisieran que cambiaran. Lucho en mi vida para que esas pequeñas cosas que quiero que recuerde mi hijo, nunca cambien. Para que, independiente de si podemos o no darlas, tengamos la sabiduría de enseñarle a nuestro hijo el valor de dar y no de lo que se da. Feliz Navidad !!!Pamela Cruz 25-12-08