domingo, 19 de julio de 2015

NINO, EL CABALLERO

Hoy me levantaron con una noticia tristísima. Desde el momento en que escuché la palabra muerte, mi cabeza no funcionó. Desde el momento en que me dijeron que tenían noticias malas para darme, no se coordinó lo que pensaba mi cabeza con lo que decía quien al otro lado del teléfono me hablaba.
Es mentira! Me quedé en la cama, diciendo no lo creo. Es mentira. Hable con una amiga y ella y yo decíamos, es mentira. No lo creo. Y luego llamé a un amigo. De esos que están lejos, pero que solo conversan contigo para cosas importantes, y esta vez la conversación fue a punta de llanto.  Entonces, supe que no era mentira.
Se comenzaron a aparecen atropelladamente todas las fotos cerebrales almacenadas en mi cabeza. El ultimo cumpleaños al que fuimos, el asado, su forma particular de hablar, de expresarse, sus piernas de futbolista, sus ojos achinados, su cara roja como el tomate, el cabello perfectamente peinado, sus impecables palabras, cuidadosamente buscadas para no ofender a nadie, las conversaciones sobre casi cualquier cosa, el positivismo con el que hablaba de cada uno de sus proyectos, la enorme capacidad para ver negocios donde el resto no veía nada, opacada solo con la valentía de llevarlos a cabo todos. Todo comenzó a aparecer como flashback en mi cabeza. Todo, incluida su esposa, aquella persona que desde la universidad fue su compañera y copiloto en cada uno de los grandes proyectos que siempre emprendió. Y entonces lloré. Lloré amargamente.
Alguien me escribió hoy que lo recuerda como una persona “caballerosa y elegante en su discurso”. Es la frase más acertada que encontré para describirlo. Nino fue un hombre elegante y caballeroso.  No solo en su discurso sino también en su vida. Hablar con él era un acontecimiento, un asado con él era glamour, hacer negocios con el también lo fue. De finas formas, hablar pausado, y siempre, siempre sonriente, poseía la cualidad de una brillante sonrisa que transmitía, sinceridad, positivismo. Su sonrisa fue su sello personal.
Nino era un hombre feliz. Un hombre de muchos amigos, un hombre apreciado, un buen hijo, un buen padre, un buen esposo, un buen estudiante. Un hombre inquieto, un andariego, un eterno viajero. Por eso nos duele tanto su partida, temprana para nosotros, dolorosa, intensa. A tiempo según los designios de Quien nos creo.
Blanca Cotta dijo "Nadie desaparece del todo de la vida de uno, si ha sabido imprimir buenas huellas en el recuerdo." La muerte es un acto solitario, la vida es, en cambio, el más solidario de los actos. Nino fue un hombre solidario y supo imprimir buenas huellas en el recuerdo de los que tuvimos el honor de conocerlo. Ese será su mayor legado, ese, será el toque por el que no será olvidado.

Soy Pamela Cruz, escribiendo hoy, 28 de marzo 2013, para mitigar un poco el dolor por la partida sin retorno hacia el reino de Oro de un compañero, un amigo, un hermoso ser humano que hoy descansa donde siempre habrá luz, donde no habrá dolor y donde su sonrisa y buen humor serán eternos. 

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