miércoles, 20 de agosto de 2008

5 A PROPOSITO DE HOMBRES....08-06-2008



En algún momento de mi decimo grado tuve la intención de pasarme de colegio. Recuerdo que estaba abrumada por alguna decepción amorosa y no quería seguir en el mismo colegio. Le insistí a mi papá, le rogué, que me ingresara en el Lourdes. Quería un colegio de mujeres donde no hubiera hombres que me jodieran mi adolescencia. Con el correr del tiempo muchas de mis amigas que estudiaron en colegios de señoritas, me comentaron las estrictas reglas que existían. Que sufrían para conocer chicos, que nunca tuvieron novio hasta la universidad y que las monjas eran unas “tesas” en los que a novios se refieren. Finalmente, mi papá no me hizo ni cinco de caso. Menos mal.

He leído algunos artículos que hablan de la mejor educación cuando los estudiantes tienen un colegio de un solo sexo, porque pueden ir a su propio paso. Que las niñas, eso ya lo sabia, son mas pilas en aprender que los niños y que estos se sienten muy acosados por tener que rendir a la misma velocidad que las chicas. En mi caso lo veo con mi hijo. Las niñas dominan el cuadro de honor “Honor Roll” del curso. Son las que mejor letra tienen, las más ordenadas, las mas juiciosas, etc. En fin todo lo que las niñas hemos sido desde siempre. Son las más sapas de la clase, quieren estar en todo como me pasaba a mí en el colegio. Mi pobre hijo sufre a veces con las cosas de las niñas y hasta los niños del salón se confabulan en contra de las féminas. Quien tenga niños que me corrobore que no soy la única que ahora sufre con lo que alguna vez hizo de niña.
Pero me preguntaba: ¿Como hubiera sido mi vida sin mis compañeros de curso? Para empezar creo que cuando entre a la universidad fui de las pocas que no sentía que la habían soltado a un potrero lleno de hombres. Estudié con amigas egresadas de colegio femenino que el primer semestre revisaron el inventario disponible de hombres en la universidad. Yo en cambio, los veía normalitos, como siempre los vi. Tuve novio universitario cuando me tocó y punto. Eso lo agradezco. Estuve en un colegio que nos ayudo a crecer. Cuando los hombres crecieron y los pasaron de pantalón corto al largo, fue tan normal como verlos con un nuevo corte de pelo. Ellos se iban haciendo hombres y nosotras mujeres y nos aceptamos sin grandes aspavientos. No recuerdo a alguna compañera que gritara “tiene pantalones “o “Le salió bigote”. Simplemente crecieron y nosotras igual. En el mismo patio nosotras jugábamos “llases” y ellos paleaban bola, en la edad donde no nos tolerábamos ni poquito. Donde ellos eran sucios y nosotras pulcras y bien arregladas.

Mi paso a la adolescencia no fue tan traumático gracias a ellos. Nos crecieron los senos y nadie se burlo de ellos. Las flacas se pusieron gorditas, las gorditas flacas y nos aceptaron así. A ellos les creció el bozo, les salieron pelos por todos lados, les cambió la voz y, por nosotras, no fueron rechazados. Superamos la etapa de la aversión a los hombres y se convirtieron para algunas en los primeros novios en llenar paginas enteras en los famosos “Diarios Secretos de Hello Kitty” con llave de seguridad que las mamás revisaban sin que nos diéramos cuenta.

Creo que una alta población de hombres fue catalogada como “Platónica” para alguna pobre ilusa que soñaba con su príncipe azul. Fácilmente el amor duró gran parte del bachillerato y el tenerlo cerca, y soñar con verlo o hablar con él, en el cambio de clases o en la hora del recreo, fue la terapia perfecta para salir de la traga “dignamente y sin consecuencias funestas.” También alcanzamos a dedicar canciones de amor al novio del momento, o al ingrato ex que nos cambió por otra, a la que en ese momento llegamos a odiar.

Ellos nos hicieron la vida normal. Los he visto desde mi niñez. Me encanta saber que pertenezco a un selecto grupo de mujeres afortunadas que pueden hablar y salir con sus amigos del colegio sin ser sometida a un interrogatorio exhaustivo por parte de su marido; que pertenezco a un minúsculo, casi inexistente, listado de mujeres, que las esposas de mis amigos pueden aceptar en sus vidas y en el directorio del celular, o en el grupo de facebook, sin grandes aspavientos y sin escenas de celos, tan típicas de nosotras. Y que soy la envidia de mis compañeras de trabajo cuando les comento que, mi grupo de colegio con quien me reúno frecuentemente, esta integrado igual por mujeres y hombres y que no nos une sino el puro placer de la amistad y de la cháchara. Bueno lo admito, también para hablar de los que no vayan al almuerzo, esa es la regla.: “El que no va de, él se hablara”


Hoy les escribo a mis amigos hombres de la promoción 88 del colegio americano. Caballeros de pies a cabeza. Locos irremediables que nunca se propasaron con nosotras, que nos divirtieron con sus locuras, con sus partidos de futbol, de voleyball, de basket, que nos hicieron llorar de susto cuando llego el tiempo del servicio militar y cantábamos entre llanto la canción “el tenía 19 años……”. Tan buenos que terminaron uniendo sus vidas a sus antiguas compañeras de colegio. Que siento como amigos y veo como seres entrañables que a pesar de no ver en años, saludo como si fuese ayer que los deje de ver.

Pamela Cruz Herrán
8 junio 2008

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