Sufro de insomnio desde que escribo estos mensajes. De otra forma no se explica porque estoy a las 12:24 am despierta pensando sobre que escribir esta vez.
Descubrí que mas del 30% de las fotos colgadas en la WEB corresponden a recuerdos de fiesta de quinceañeros, despedidas a otros y despedidas a nosotros, reencuentros de de 10 años, 15 años, reuniones y cenas en fríos o tropicales climas que iniciaron como a las 8 pm y que terminaron ese mismo día faltando 5 para las 12 (como la de Rafa hace un mes) o al día siguiente con un desayuno a la luz del guayabo (como la que se hizo en Casa de Arnold en USA). Me encantan las fiestas del siglo 21. Viendo las imágenes y siguiendo el sabio ejemplo de una amiga, que las revisa con lupa en busca de nuevos hallazgos históricos, les enumero por que:
Los vestidos: Recuerdo mis vestidos con mucho cariño. En el siglo pasado, me los hacia la mama modista de mi amiga Tania, que me ayudaba con el modelo. Era todo un acontecimiento escogerlo, comprar la tela y medírmelo. Cuando llegábamos, los chicos nos miraban con asombro. Concluyo que vernos sin ese uniforme, era todo un acontecimiento. Nuestros vestidos de fiesta no le envidiaban nada a las pintas de Topacio y Leonela. Gracias al cielo, en este siglo, podemos ir a una fiesta con cosas mas sencillas, sin tanto perendengue y puedo vestirme sin consultarle a Tania que vive tan lejos y que no me puede ayudar. Que me dicen de los hombres? Ahora pueden ir en guayabera, camisa corta, camisa larga, camiseta, como quieran sin andar en corbata y saco como actores de brillantina.Los peinados: En el siglo pasado, Dios nos ampare, no existía el ANTIFRIZZ. Esa maravillosa crema que nos deja el pelo exactamente donde lo pusimos en la primera peinada. No existía el Deriz. ¡Solo rizos y mas rizos! La moda novelesca nos obligaba lucir enormes moños, copete ALF o Globito que no se sostenían solos. Latas de laca y por lo menos 50 ganchos de pelo tenían la misión de mantener cada mecha en su lugar. VIVAN el blower, las cremas moldeadoras y los pelos cortos que nos permiten alistarnos en 2 horas y no en 4 como en el siglo pasado. La comunicación: Hace 20 años, en el siglo pasado, quien tenia un celular? NADIE. Por eso las fiestas comenzaban cuando nadie llegaba y se me acababan cuando a mi papa le daba sueño y decidía que ya era hora de irse, porque, ¡que vaina!, nunca podía hablar con otro papa para ver como me llevaban. Total, me gastaba mas vistiéndome que disfrutándola. Hoy estamos en comunicación TODO el tiempo. En una fiesta ahora me puedo varar a las 3 am y llamar a Renik y mínimo me lleva a casa. Puedo irme en grupo en carro con Olga, Heydi o Carlitos, o puedo irme sola y mi marido siempre sabrá como ubicarme. La música: no recuerdo fiesta con orquesta, grupo, trío, o un modesto hombre orquesta. En el siglo pasado todo se animaba al ritmo de Mini TK (la de Geña fue todo un acontecimiento pero no fui, a mi solo me dejaron 1 quinceañero por mes), Todo fue al ritmo de un equipo de sonido y de un papa paciente que cambiaba discos como loco. No recuerdo si hubo cantantes en las fiestas de despedida pero creo que las únicas que estuvimos fuimos las coristas de la canción de despedida y a capella la adaptación de Sergio Vargas. Las invitaciones: Me llegaban con 1 mes de anticipación y ¡benditas! todas eran impresas. Me acuerdo la repartición de tarjetas en los 10 años. Horas buscando direcciones y entregándolas en las manos de alguien que no la perdiera. Ahora la magia del celular, el facebook y el correo nos permite invitar sin estar, convocar desde la comodidad de mi cama a mi amiga Heydi que vive a 2 cuadras de mi casa y al mismo tiempo a mi amigo Nelson que vive en algún lugar de Alemania.
Me encantan las fiestas y las de noche mas. Para nosotras las mujeres, la noche nos da ventajas. Todo es pardo como los gatos. Las cinturas son más pequeñas, los cabellos no son blancos, la piel estira, las barrigas no existen. Las fiestas de noche tienen el encanto especial que da la magia de una noche estrellada, la brisa barranquillera, la emoción del encuentro y la triste certeza de su final.
Pamela Cruz Herrán
Julio 11 2008
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